Ambas miradas se cruzaron, decididas y con una firme intención de acabar con el otro, de ser realmente necesario
A su alrededor, la aldea ardía en llamas. Ambas se habían encargado de ello…
“¿Realmente quieres esto, hermana?”- preguntó una, desde un extremo, mientras hacía aparecer una lanza de dos puntas, la cual tenía una separación a la mitad
“Tú no eres mi hermana, traidora”- replicó la otra mientras en sus manos aparecía una Claymore, en cuya hoja tenía inscritas runas que se activaron con su poder
“¿Traidora? Si hice lo que hice fue simplemente para evitar que ustedes siguieran matando personas inocentes, sólo para tener más poder”- y las runas de su lanza también se activaron
“Tú también tenías esos principios… ¿O acaso no disfrutaste con la matanza de aquellos pequeños inocentes?”- y soltó una risa maniaca, que hizo que su contrincante sintiera un poderoso escalofrío recorrer sus venas
Mientras conversaban, comenzaron a rodearse hasta formar un perfecto círculo, mirándose fieramente, sabiendo que esta sería su última batalla, para bendición o maldición de ambas.
“¿Qué pasa Ailith? ¿Acaso tu valentía duró hasta matar a los nuestros?”- preguntó la de la espada, mirándola con furia
“Para nada, Nayra”- y de sus ojos brotaron relámpagos:- “Sólo espero que te dejes de alardear”- y se rió burlonamente
Nayra, quien tenía mayor estatura, no necesito más que dar un par de pasos y dar un giro para atacar con toda su fuerza a Ailith, quien sólo necesitó agacharse un poco para evitar el golpe directo a su tórax. No perdió tiempo, ya que era una situación de vida o muerte, e intentó dar un ataque directo a las piernas de su oponente, pero su hermana dio un salto y se colocó a su espalda, para intentar dar otro golpe.
Ailith tuvo que rodar para quedar fuera del alcance de la espada y para distraer a su rival, concentró su magia para lanzar esferas de fuego, las que al contactarse con el suelo se cubrió se humo, dejándola fuera de vista
“No sólo eres una traidora, Ailith, sino que también cobarde”- reclamó Nayra, con ira
“Cobardía es hacer pagar a seres inocentes por su hambre de poder”- replicó su hermana, la que concentraba su magia en su lanza
Si uno mirara a las mujeres, no podría encontrar mayor diferencia entre ambas, quizás con excepción de su estatura. Mientras Nayra era más alta y con mayor musculatura, Ailith era más pequeña, delgada. Ambas tenían los ojos grises, las cuales relampagueaban en el momento de la batalla, pero mientras la mayor soltaba relámpagos negros, la menor soltaba relámpagos grises, incluso plateados.
Mientras regresaban a su combate, combinando fuerza con magia, ambas se preguntaban el cómo habían llegado a esa instancia, tan poco tradicional dentro de las castas.
Nayra, como todos los miembros del clan familiar, creía que mientras más poder obtuviesen, mejor sería su posición dentro del país. Por eso, realizaban rituales utilizando a niños o ancianos como sacrificio para obtener dicho poder, el cual venía supuestamente de los dioses… Y en la batalla era visible, pues con su estatura y poder, Nayra sabía dar buenos golpes a sus contrincantes, además que con su magia podía dejarlos paralizados, listos para convertirse en nuevas presas para ella y su clan.
Ailith en un principio también creía en eso. No había obtenido la fuerza ni el tipo de poder que tenía su hermana, pero sí era más ágil. Utilizaba la lanza para dar golpes lejanos y lo combinaba con su agilidad para dar golpes decisivos, mientras que su magia era de fuego y de rayos, la que hacían ver como la más cercana a los dioses. Sin embargo, poco tiempo atrás detuvo sus actos de sangre y se decidió a detener a su clan, para no dañar a más gente. ¿Acaso había sido una visión de los dioses? Ciertamente no, pero a los ojos de los más indefensos la mujer se había convertido en una especie de salvadora, incluso llegándola a comparar con un mensajero de los dioses.
Su clan se había negado a escuchar razones y fue por eso que Ailith comenzó a matar uno por uno a su propia familia. Era cierto que lloraba cada vez que cometía un asesinato, pero su resolución a detener a los suyos era más fuerte…
Y así pasó día tras día, hasta que se provocó el encuentro inevitable. Sólo quedaba Nayra, quien seguía creyendo que sólo por la sangre se conseguía más poder, mientras que Ailith, quien creía en la nobleza de los sentimientos, había aprendido a conocer y comprender a la humanidad que vivía sin poder y que ahora estaba dispuesta a matar a la última de su clan, a su propia hermana…
“¿Estás lista para morir, hermana?”- preguntó Nayra, mientras que su espada relampagueaba con fuerza
“Sólo los dioses saben quién de nosotras va a morir”- dijo Ailith, mirando con compasión a su hermana, su lanza soltando chispas de fuego
Nayra encontró que las palabras de su hermana eran un sacrilegio hacia los dioses, con su visión distorsionada de la realidad y se lanzó al ataque, manejando con ambas manos la gran espada. Ailith dio un giro rápidamente e intentó conectar su lanza con el hombro izquierdo de su hermana, la cual fue esquivada con un poco más de esfuerzo de Nayra
Aunque fuese voluntad de los dioses, Ailith no quería en verdad matar a su hermana, sino que hacerla ver la realidad. Nayra, en tanto, lo único que deseaba era acabar con su Ailith, por venganza.
Ambas concentraron su magia y comenzaron a atacar con sus respectivos elementos, intentando distraer a su contrincante para dar un golpe certero contra el cuerpo de la otra. Relámpagos negros y llamaradas comenzaban a destruir todo a su alrededor, dejando madera y los pocos cuerpos que habían ahí hechos cenizas.
Nayra comenzaba a enfurecerse al ver que no podía detener la agilidad de su hermana y comenzó a atacar ciegamente, sin dejar de combinar la magia y la espada. Ailith, ágil pero sin mayor entrenamiento físico, comenzaba a agitarse y su magia comenzaba a debilitarse, mas no estaba dispuesta a detenerse ni a permitir que su hermana obtuviera la victoria. No, aunque ello significase el morir junto a ella.
“¡Deja de evadir, bastarda!”- exclamó Nayra, atacando violentamente con su espada, siendo detenida por la lanza de su hermana
“Sabes que esta pelea no tiene sentido, Nayra… Si sólo te dieras cuenta del error de nuestras enseñanzas, de cómo nos educaron… Hermana, por favor”- dijo Ailith, mientras alejaba a su hermana lanzando relámpagos y llamaradas
Ambas continuaron en su danza, pero la mayor estaba cada vez más enceguecida. Quería acabar con Ailith, sobre todo si era posible obtener su poder y establecer un nuevo dominio sobre las personas, tal como era la voluntad de sus dioses. Sin embargo, Ailith veía cada vez más puntos débiles en su hermana y, aunque no era completamente su voluntad, estaba más cerca de dar un golpe certero a Nayra
“Detente Nayra, por favor… ¿Cómo puede ser voluntad de los dioses el asesinar sin sentido?”- suplicó, con dolor
“¿Crees que eso importa a los dioses? ¡Sólo nosotros, que tenemos el poder de los dioses, podemos realmente reinar en este mundo en su nombre!”- y lanzó un golpe certero a su hermana
No obstante, la que finalmente terminó lastimada, fue la misma Nayra, la que fue atravesada a nivel de su estómago por la lanza de su hermana. Gimió de dolor mientras caía de rodillas frente a su contrincante y dejaba caer la espada, inerte
Ailith comenzó a llorar… No quería matar a su hermana, pero por lo que vivió no quedaba más alternativa que la muerte de una de las dos. Sacó su lanza del cuerpo de Nayra y la botó a un lado y se dejó caer sentada, mirando con lágrimas a su hermana
“¿Acaso no sabes que puedo intentar nuevamente el matarte?”- preguntó Nayra, con voz cansada
“Ya no tienes fuerzas… Yo tampoco, pero sé que ya no puedes matarme”- respondió Ailith, con una sonrisa triste
“¿Estás feliz? Uno de los clanes más antiguos está desapareciendo frente a tus ojos y por tu culpa…”- y apretó los puños, con la poca ira que podía acumular
“Si con eso la gente normal puede vivir feliz, que así sea…”
“¿Y tú? Tú tendrás el poder de todo nuestro clan en tus venas… ¿Acaso no mereces morir también?”
“Claro… E ir también al Infierno por ello, Nayra… Tengo mis manos manchadas, pero hice lo que creí que era correcto. No puedo arrepentirme por eso… Pronto llegará mi verdadero verdugo, quédate en paz”- y se acercó para abrazarla
Nayra se resistió un momento, pero finalmente se quedó apegada a Ailith, como sintiendo la necesidad de sentir un poco de paz dentro de su cansado corazón
“¿Y crees tú que llegaré al Paraiso?”- preguntó Nayra, mientras sus fuerzas finalmente comenzaban a desaparecer
“No lo sé… Sólo los Jueces pueden decir quién gana la paz eterna y quién la destrucción… Capaz que incluso haya un Cielo de los Guerreros… Yo creo que ahí encajarías bien”- y ambas se rieron, como si estuviesen en viejos tiempos, en paz
“Yo también lo creo…”- y sus ojos comenzaron a ponerse vidriosos:- “Espero que igual pueda verte en el otro lado, Ailith…”
“Yo igual, Nayra… Yo igual…”
Y, escuchando esas últimas palabras, Nayra murió
***
Ailith cavó con sus propias manos la tumba de su hermana y la enterró ahí, en el pueblo en el que ambas habían nacido. Encontró una gran piedra y con su poder la movió, mientras escribía con fuego el epitafio, describiendo a Nayra como una gran hermana y una poderosa guerrera. Hizo la oración a sus dioses y pronto se marchó, tan sólo con su lanza y unas cuantas provisiones.
Debía encontrar a su verdugo… Y quizás ahí encontrar paz en su cansado corazón…